«La complejidad de la vida y de la supervivencia en las sociedades modernas, los problemas que nos plantean y las fustraciones que nos provocan, relegan a un segundo plano las aspiraciones profundas que sólo se revelan en los períodos de crisis y de ruptura total.»
Daniel y Gabriel Cohn-Bendit, La revolución que haces es para ti (1968).
No nos son tan lejanas estas reflexiones. Y si no les hubíeramos puesto nombre y fecha, podrían ser de ayer mismo. La contracultura (fenómeno plurilocal y heterodoxo que localizamos hacia el final de la década de los 60) fue una suma de influencias, experiencias y utopias. Sobre la base del inconformismo de la beat generation (con su carácter nómada, su pasión por la música y la poesía) se construye una filosofia que suma el hartazgo de la guerra fria y de los bloques ( y el descrédito de los partidos de izquierdas, en particular del partido comunista), el auge del anarquismo integral y comunitario, el pacifismo y el feminismo, el culto a las drogas como herramienta para romper la unívoca percepción de la realidad, la crítica a la familia patriarcal y la liberación sexual…y el interés por la cultura oriental que es vista como liberadora de una espiritualidad hasta ahora secuestrada por unas iglesias de la órbita cristiana excesivamente dogmáticas y culpabilizadoras.
Aquella juventud se planteó revelar y realizar «las aspiraciones profundas», que dieran sentido a una vida plena, y ello pasaba por romper «las puertas de la percepción», las barreras de la relación amorosa y la alienación del trabajo industrial y capitalista. Desde las drogas, el sexo y el rock and roll, para llegar a la naturaleza y hacer de ella su destino y su origen.
Ello llevaba de manera natural a una autosuficiencia en el campo, en la montaña, lejos de la civilización urbana (el hippismo de playa -Ibiza- tuvo poco recorrido por obvias razones turísticas y comerciales) donde el Savoir Revivre fue el nudo central de la utopia: comenzar de cero, ser capaces de hacérselo todo, vivir en armonia con la naturaleza (el budismo y el taoismo como libros de cabecera).
Se entró en la ecología por la puerta de atrás, antes de la aparición de la conciencia del límite y de las primeras crisis ambientales: la contaminación de las grandes ciudades, la crisis del petróleo del año 1973, el informe del Club de Roma en el año 1972…pero era natural entrar en ello por la sintonia filosófica y premonitoria.
Obviamente se intentó una vida comunitaria, que tuvo algunos éxitos, pero el individualismo como residuo (y sobre todo, los choques de egos), la propiedad privada como afirmación y la dificilísima colectivización del deseo sexual y amoroso, dejó un rastro de heridas y recorridos truncados. Y algunas veces, un sabor amargo en la transmisón educativa: un clamoroso éxito en la imagen de los niños hippies, desenvueltos y creativos, pero que no siempre pudieron acceder a su madurez con el suficiente soporte de unos progenitores demasiado ocupados con sus contradicciones.
No era facil: el reto utópico que se planteó la contracultura era demasiado alto: una contra cultura, una cultura en dirección contraria, pero en paralelo, fuera de los tentáculos del sistema. No era fácil.
Y se quería redefinir la sexualidad, la propiedad, la historia.
Pero han quedado muchas victorias parciales, y muy importantes: el final del siglo XX no se podría entender sin este movimiento, que sobre todo, intentó enfrentarse a las «aspiraciones profundas» con valentia e ingenuidad, donde se aunaba por primera vez, una voluntad de cambio político con una cambio más íntimo de la sexualidad y el nuevo contrato de género. Y todo ello buscando el paisaje genuino, el rencuentro con nuestra primera naturaleza como campesinos, como humanos.
The machine guns are roaring
The puppets heave rocks
The fiends nail time bombs
To the hands of the clocks
Call me any name you like
I will never deny it
Farewell Angelina
The sky is erupting
I must go where it’s quiet
The puppets heave rocks
The fiends nail time bombs
To the hands of the clocks
Call me any name you like
I will never deny it
Farewell Angelina
The sky is erupting
I must go where it’s quiet
Bob Dylan (1966)