Jul
Oferiu flors als rebels

Siempre me ha interesado cómo un narrador empieza su historia, cómo aparecen estas ganas de contar algo, que hay en su cabeza cuando escribe: «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar…»
Y ese narrador somos todos (aunque no todos consigamos un Nobel de literatura), porque el deseo de narrar es innato: lo tiene el niño que insistentemente busca el momento para explicarte algo…o la madre que narra aquel cuento que se pierde entre las memorias conectadas de su linaje.
Somos tiempo, somos ese «érase una vez…» ahí nos reconocemos, ahí queremos aprender a ser, a enfrentarnos con la vida gracias a los relatos de éxito y de fracaso que la literatura, el cine nos explica.

El cine es, para mi, lo mas parecido a la penumbra de mi habitación infantil y mi padre explicándome un cuento. Y es lo mas parecido, porque la imaginación se desarrolla en esa intimidad, y ahora es la pantalla que se alumbra (sobre todo, detras de aquellas cortinas de los cines de los años 60), y yo estoy con mi abuela en esa tarde pueblerina de domingo viendo «Centauros del desierto»… (en la imagen, el cine «Peñalba», cine de mi pueblo, Sevares, en la actualidad…)

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