«HACER CINE ES ESCRIBIR SOBRE UN PAPEL QUE ARDE»
Pier Paolo Pasolini
«Discurso sobre el plano-secuencia o el cine como semiología de la realidad»
Mostra Internazionale del Nuovo Cinema de Pésaro, 1969.
Impresiona la fuerza poética de esta frase. Y parte de su fuerza reside en la metáfora abierta que propone ( ya advertía la madre de Beatriz en la película El cartero y Pablo Neruda de Michael Radforf, 1994, que las metáforas eran muy peligrosas…:-).
La voluntad de hacer una película arranca en un momento primordial donde «algo» nos conmueve, nos enamora, y sentimos la necesidad de iniciar el calvario para explicarlo con imágenes y sonidos.
Porque queremos ser espectadores de esa película, que aun no hemos visto, que nadie ha hecho.
Y eso que nos conmueve, para mí, debe de ser algo intenso que se halla escondido en la realidad, esa realidad siempre compleja y siempre escurridiza. Y vivo como un momento de gozo, ese momento donde un texto, una música, una película (y por supuesto un cuadro), me conectan de una manera indecible con esa realidad que, en ese instante de contemplación, se convierte en la realidad.
Sintiéndome realidad me hago mejor, y me da fuerzas para seguir…creo que esa es la función, el oficio, el deber del arte (nada diferente del del médico, del político, del zapatero…).
Digo zapatero no sólo por mi fascinación por lo artesano sino como guiño a aquella propuesta revoltosa de Dziga Vértov que prefería ser un «cineasta-zapatero ruso» que no un «artista de la cinematografía rusa».
Nuestro primer oficio es estar atento a esa realidad que nos ha de confiar aquel «algo» por donde colarnos. Pero ese continuo devenir de las cosas, ese imparable suceder, convierte al oficio de filmar en «un escribir sobre un papel que arde», una quimera, un oficio arriesgado donde la honestidad es básica para no mojar el papel y traicionar esa realidad que arde. Y aquí aparece esa decisión ontológica: ¿se llega mejor a la realidad a través del documental o de la ficción?. Necesito tiempo para ordenar ideas y ser útil: no hay una respuesta fácil. Quizás porque, para nuestra desesperación, como dice Pasolini «la realidad no habla con nadie más que consigo misma».