Pasado el 20 de diciembre de 1973, un grupo de amigos fuimos de excursión a Sant Aniol de Finestres (la Garrotxa, Girona). Básicamente estudiantes de segundo de carrera universitaria, con esa facilidad de mezclar amistades. De camino hacia la vieja masía abandonada, paramos en Arenys de Mar. Yo disponía de dos carretes de S8 (6 minutos en total) y una cámara prestada. De manera intuitiva fui filmando. Quince días más tarde los laboratorios Kodak me enviaban el resultado, que yo montaba casi sin eliminar ninguna toma, y respetando el orden de filmación. La banda sonora sacada de discos de vinilo: mar, gaviotas, crepitar de fuego, versión instrumental de «Scarborough Fair» de Simon&Garfunkel, música concreta de Pierre Henry. Y una voz (grabada a 24 imágenes por segundo, cuando la película estaba rodada a 18 i.p.s., dando un toque más ronco a mi voz cuasi adolescente) decía «habíamos venido a buscar un no se qué…»
El sonido se grababa sobre una pequeña pista magnética adherida (una vez montada la película) al propio soporte del S8. Gracias a la generosidad de la familia Jiménez, disponía durante unos días de su proyector Eumig Mark S 802, con ninguna sofisticación en cuanto a mezcla, pistas o calidad. Paréntesis: el telecine que se hizo es muy patatero, enfoca y desenfoca a placer e incorpora el sonido del proyector sobre la banda sonora original…queda muy «vintage».
Intuitivamente, era como un pequeño diario de viaje que se convertía en una metáfora de nuestro momento vital: «¿Vas a ir a la feria de Scarborough?/ Perejil, salvia, romero y tomillo/ Recuérdame a una que vive allí, ella una vez fue mi verdadero amor/ Entre el agua salada y las hebras del mar / (Los generales ordenan a sus soldados que maten)/ …» La letra de la canción reflejaba «l’esprit du temps«, nos hablaba de la búsqueda del amor, de la naturaleza, de huir de la guerra (el servicio militar planeaba sobre nuestros cuerpos).
Intuición de contracultura, la búsqueda de un lugar en esa naturaleza misteriosa, en ese mar insistente, en ese árbol sin hojas que esperábamos ver retoñar. Y el fuego, esas brasas que nos calentaron en una noche colectiva sin más luz.
Habían asesinado a Carrero Blanco, perdidos en la montaña sin más brújula que nuestro humor, pasamos la noche inventando chistes en su deshonra.
A los pocos días de publicarlo, uno de los protagonistas, Juan Elorduy, me escribe desde Menorca:
«Hola Jesús,he vuelto a ver, emocionado,el «Habíamos ido a buscar…» y me ha dejado en un estado emocionalmente raro. Me ha venido a la mente una cita de Yasmina Reza: «La gente que no ha sido muy feliz en la infancia tiene más armas. Los que han vivido una infancia feliz arrastran para siempre una nostalgia del paraíso.»
Será eso.
La felicidad es peligrosa. Y en aquellos años éramos muy felices. Y también muy atrevidos en intuiciones. No nos importaba indagar sobre las incertidumbres y plasmar nuestras zozobras con descaro. Y la falta absoluta de pretensiones. Nos bastaba con tener dinero para comprar más rollos para poder seguir filmando y montando artesanalmente. Me encanta la presentación que haces del film. está muy bien descrito y es oportuno.
No la recordaba tan oscura y borrosa. Debe ser el paso del tiempo y el coste de la conversión al formato digital. Tiene una pátina maravillosa. Y auténtica. Es como esas ruinas cubiertas de musgo y herrumbre.»
7 de agosto 2021.