Oh ginkgo biloba
tu explosión amarilla
me destroza cada año.
Es una luz potente
la que irradias en medio del otoño
cuando los otros árboles,
abandonadas las rojeces
de las hayas y de los palosantos,
entristecen con sus hojas perennes
de un verde oscuro que cierra sus poros
ante el invierno que se avecina.
Y tu explotas.
Pero con una instantaneidad
que me llena de congoja:
no explotas tu triunfo,
sencillamente lo regalas
en ese instante tan tuyo.
No esperas aplausos ni parabienes
-ahora dicen likes–
sólo despliegas la energía
que desde la primavera
has almacenado y te ha hecho crecer.
Tu explosión amarilla
me supera.
Y luego te miro desnudo
como quien no fue nada
y atiendes al invierno con desdén
sin darle ni la bienvenida.
Ese amarillo queda en tus venas
y yo no soy capaz de verlo.
Espero, con nostalgia y futuro
esos primeros brotes tuyos de primavera.
Serán verdes, de ese verde claro tan tuyo.
Y te miraré frondoso bajo los rayos de agosto
mientras observo temeroso
la posibilidad del incendio traicionero
de estos bosques mediterráneos tan agotados.
Pero tú vienes de muy lejos,
conociste el meteorito que asoló la tierra
y aniquiló a los dinosaurios dominantes.
Tu explosión amarilla me destroza
porque sé, que cuando la tierra nos expulse
-humanos-
tu seguirás explicando la historia.
Tu explosión amarilla me destroza
cronista.
Dime que te acordarás de mi.
4 diciembre 2021.