Oct
Oferiu flors als rebels
Llevo años leyendo a John Berger. Obviamente mi formación como teórico de arte me hizo tropezarme con su ya clásico ensayo Modos de ver. Y ello me llevó a seguirle la pista, y descubrir también al novelista, al poeta… al intelectual marxista inglés que abandona la civilización urbana y decide vivir en un pueblo de montaña de la Alta Saboya. 
Y sus libros (Puerca Tierra, Una vez en Europa, Lila y Flag, Páginas de la Herida...) rezuman las reflexiones de alguien que se enfrenta al hecho rural con toda la mochila urbanita encima. Y con su visión dialéctica y materialista. Y con la poesía de su mirada y, sobre todo, con una enorme empatia.
Me fabriqué una colección de citas para que me acompañaran durante el rodaje y el montaje del documental (finalmente sólo una sale en él mismo: la que encabeza este bloc: «Nature resists change.…»).
«Mis hijos no trabajarán la tierra. Quieren tener los fines de semana libres y vacaciones y un horario fijo. Les gusta tener dinero en el bolsillo para poder gastarlo. Se han ido a ganar dinero: les vuelve locos. 
Creo que están equivocados. Pasarse el día vendiendo cosas, o trabajar cuarenta y cinco horas a la semana en una fábrica no es vida para un hombre: este tipo de oficios sólo llevan a la ignorancia.»
Esta cita (de Puerca Tierra) habla de la idea que un padre de la montaña tiene de la deriva que sus hijos han tomado: irse a la ciudad a trabajar. Aceptar la libertad del trabajo industrial, su dinero, su horario, sus fines de semana libres…y la ignorancia profunda que conlleva, aquello que Marx llamaba alienación.
 
«¿Existe un afán de riquezas justo?
Sí, existe un afán de riquezas justo
el cual nos inculca las virtudes de la previsión y el ahorro.»
No es que la riqueza no pueda ser un valor, sino que hay una manera justa de obtener riqueza, y que está en las antípodas de la especulación y la codícia. Y que es virtuosa: la previsión y el ahorro están reñidas con el capitalismo de casino y la obsesión individualista del «aquí y ahora y ya». Como decía Juan José Millás antes el banco nos valoraba por nuestra capacidad de ahorro, ahora lo hacen por nuestra capacidad de endeudamiento…y así nos va y nos irá.

«Los planificadores económicos de la CEE (escribía Berger en el año 1979) prevén la eliminación sistemática del campesinado para el final del siglo, si no antes. Por razones de orden político a corto plazo no utilizan la palabra eliminación, sino el término modernización. La modernización entraña la desaparición de los pequeños campesinos (la mayoría) y la transformación de la minoría restante en unos seres totalmente diferentes desde el punto de vista social y económico. El desembolso de capital con vistas a una mecanización y fertilización intensiva, el tamaño necesario de la granja que ha de producir exclusivamente para el mercado, la especialización en diferentes productos de las zonas agrícolas, todo ello significa que la familia campesina deja de ser una unidad productiva y que, en su lugar, el campesino pasa a depender de los intereses que le financian y le compran la producción.»
Se puede decir más alto, pero no más claro…y más premonitorio (el Epílogo histórico que cierra el libro Puerca Tierra es brutal) . Y es en esa época que los protagonistas de Oferiu flors… se van al campo, a la montaña, y conscientes o no, rehacen el camino que los «planificadores económicos» están imponiendo, y que está llevando al campo y a la montaña a la despoblación. Porque la «modernización» del campesinado les está haciendo perder su esencia: el productor primario es consciente de la relación entre su trabajo y su supervivencia, trabaja para comer lo que ha producido, con las complicidades existenciales que eso crea entre la naturaleza, los animales y el propio ser humano. Y estas complicidades, esta filosofía existencial, lo hacian lejano y extraño al mundo del consumismo…y por ello peligroso:
«Un campesinado intacto era la única clase social con una resistencia interna hacia el consumismo.
Desintegrando las sociedades campesinas se amplía el mercado.» 
Esta resistencia interna hacia el consumismo está en el ADN del campesinado: saben de previsión y ahorro, saben de que su trabajo está directamente relacionado con su supervivencia, son supervivientes. Y su conciencia de supervivientes está en las antípodas de la ideosincrasia del consumista, individuo horrorizado con la consciencia del límite y del final, siempre embriagado con un consumo sin límite. Y entonces los campesinos son una bandera que muestra las contradicciones de nuestra sociedad burguesa: fué imposible conciliar los nómadas con los sedentarios, es ahora imposible la convivencia entre el campesinado y el capitalismo consumista. John Berger acaba lapidario su libro con esta sentencia:
«La destrucción de los campesinos del mundo podría constituir
 un acto final de eliminación histórica.»
(y la historia sigue…por ejemplo: manifestación de soporte a Can Piella, 13-10-2012)

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